Día 229, martes
Imagino que salgo del taller de literatura y llamo a mi novia desde el teléfono público que hay en la esquina. Acabé con ellos, le digo. Los hice papilla. ¿En serio?, pregunta ella. Qué bueno, amor. Sí, le digo, cargando un pesado bate de baseball del que gotea sangre. Los hice papilla, repito, los hice papilla.
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